Pere IV, 345 08020 Barcelona

Paracronismos. Sombras proyectadas sobre el tiempo lineal

Proyecto de investigación y experimentación 2019
Valentina Alvarado y Carlos Vásquez


Hay una lectura política de la historia de la luz, una historia que, así leída, coincide con la progresiva colonización de la atención de quien está afectado por el destello. Dirigir la atención es conquistar el poder: el poder de congregación social alrededor del fuego, de dominación territorial a través del faro, de captación de tiempo y bienes del potencial adicto a la máquina tragaperras que grita insistentemente desde el fondo de un bar. El recurso fundamental del ser humano –reitera Michel Serres– es la imitación de la naturaleza y la construcción de marcos cultu(r)ales a través de esa imitación. En la luz, el ser humano emula a la luciérnaga y al ojo monstruoso que brilla en la oscuridad, exactamente igual que en el tejer emula a la araña.
Como sustrato de imagen proyectada, la luz merece más literatura al respecto. La linterna mágica cautivó a un pequeño Marcel Proust como hoy Peppa Pig, puesta en bucle tras una brillante pantalla de plasma, cautiva a la visión infantil; exactamente igual que el teléfono-pantalla, con resolución y transparencia crecientes, posee constantemente al sujeto contemporáneo, evitándole la siempre tediosa tentación de tenerse que enfrentar a sus propias proyecciones.
La función unívoca de la luz proyectada en un halo único ha ido siempre unida a una cierta forma de dominación. Es ampliamente conocido cómo el cine, en sus distintas modalidades, se desarrolló portado por la voluntad de generar entornos correctivos. La imagen en movimiento, solución disciplinaria del caos interpretativo de Babel, llegaba donde el lenguaje natural no podía –referencia obligada a Marc Ferro y su Cinéma et histoire. La evolución socioeconómica de un cierto cine, pues, puede leerse en paralelo a la evolución de ideologías de corte fascista o de otras que, aun siendo más bienintencionadas en apariencia, se instauran invariablemente en el dogmatismo de la Verdad única: desde la más pura y notable propaganda hasta versiones más sutiles que se tornan sistémicas, fundamentales.
Ahí cobran especial interés las películas documentales en su acepción más fuerte, aquéllas que pretenden documentar la realidad –y no así la subjetividad–, en muchos casos para convertirla en material formativo: documentos indiscutibles (de barbarie), poseedores de la Verdad irrevocable, proyectados por doquier en escuelas y difundidos incansablemente por los medios de comunicación hasta verse convertidos en la materia prima de la era digital, en un ejercicio constante de autolegitimación.
Este es el material del que parten Valentina Alvarado y Carlos Vásquez en el proyecto "Paracronismos", dispositivo de alteración visual y sonora de documentos cerrados, listos para su exhibición y su dimensión formativa, pensados para la permanencia de un discurso inalterable. La deconstrucción y el reensamblaje de la imagen a tiempo real, la manipulación visible de ésta torna palpables los otros procesos invisibilizados de manipulación que reposaban originalmente en el documento cerrado e inquebrantable. Se evidencia cómo mediante el control sobre la concatenación de imágenes fijas –que crea la ilusión de la imagen-movimiento– y sobre la secuencialización de planos –que crea la ilusión de la imagen-tiempo, sucesión causal; que, en última instancia, legitima el progreso– se logra al fin el control de la atención del sujeto. "Panacronismos" es, en este sentido, un dispositivo tecnológico siempre en ciernes que desde y por su propia naturaleza experimental señala y desnuda a otro dispositivo tecnológico análogo, devenido invisible por la aceptación dogmática de sus procedimientos. Pone en entredicho la aceptación tácita, automática, de los diversos mecanismos cinéticos que han pasado a ser parte de nuestra cotidianidad.

(Texto de Enric Puig Punyet)

 

 

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