Pere IV, 345 08020 Barcelona

Postnaciones

Proyecto de investigación y experimentación 2020
Audrey Lingstuyl

 

Las naciones nos ven nacer. Transmiten y representan aquello que nos engendra y nos da a luz. Ellas nos vinculan a otros humanos, nos hermanan, haciendo que compartamos un cierto parentesco “natural”. Quizás por haber nacido en el mismo lugar o por compartir una misma etnia, lengua o religión. O tal vez porque compartimos instituciones, culturas, creencias o relatos en común. Las naciones son un origen, nuestro origen. Germen y genealogía de discursos personales y colectivos.

Pero el concepto “nación” es tan versátil como elusivo. No solo porque su uso suele ser laxo, de modo que frecuentemente se confunde con otros conceptos como país, Estado, territorio, patria, habitantes, etnia y pueblo. Sino también porque cambia constantemente, en cada momento y lugar histórico. Entre otras cosas porque históricamente las naciones se han formado de diversas maneras: como resultado del aislamiento geográfico, de la migración, de la ruptura de grandes imperios, de tratados de paz...

En la actualidad, la noción más ampliamente extendida de lo nacional se fundamenta en discursos más bien legales. Se fundamenta en discursos como el del Terra nullius —tierras de nadie— un principio internacional que justificó la ocupación legal de territorios durante siglos. También en la “teoría constitutiva”, configurada en el siglo XIX, que defiende que un estado es soberano solo si otros estados lo reconocen como tal. Pero sobre todo se fundamenta en una teoría que se impone durante el siglo XX, la cual defiende que un estado es soberano si se declara como tal, independientemente del reconocimiento de otros estados.

Hablamos de la “teoría declarativa”, recogida en la Convención de Montevideo de 1933, que normaliza una noción más bien rígida de nación, estableciendo que para ser considerada soberana, esta debe tener: 1) población permanente, 2) territorio determinado, 3) gobierno, y 4) capacidad de entrar en relaciones con las demás naciones. En torno a esta norma se configuran hoy las naciones, así como lo que —se supone— entendemos como “nacional”.

Pero en el panorama contemporáneo encontramos fenómenos y tendencias globales que ponen en tela de juicio esta noción. Encontramos un mundo superpoblado donde, paradójicamente, más de una treintena de países sufren de una reducción poblacional crítica; migraciones masivas que vienen acompañadas de la desertificación y despoblamiento de territorios. Encontramos naciones cuyos territorios desaparecen a causa de cambios climáticos, así como nuevas territorialidades marcadas por desarrollos tecnológicos e infraestructurales. Encontramos nuevas formas de gobierno y desgobierno; manifestaciones de modos de vida alternativos, efímeros, nómadas y adaptables. Y encontramos muros que se erigen y fronteras que se diseminan de modo reticular, a la vez que se configuran nuevas lógicas relacionales marcadas por la conectividad tecnológica, económica, infraestructural y humana. En este panorama, la definición de lo nacional no solo merece sino que necesita ser revisada.

Por eso el proyecto Postnaciones reconoce que lo nacional es una configuración en la que se articulan discursos individuales y colectivos. Y por ende propone que esta puede ser puesta en cuestión, utilizando la noción de “postnación” como dispositivo discursivo de reflexión, imaginación y transformación.

Para ello en el proyecto recorremos tres momentos, similares a los que recorre Manthia Diawara en Édouard Glissant: One World in Relation (2009): “la partida (... el comienzo del descubrimiento y la conquista y la construcción de la nación); el medio (... el pasaje del medio, el abismo u opacidad); y el regreso (... personas libres se esfuerzan por recuperar el poema, por aceptar positivamente la diferencia como aquello que nos unía, no en la conquista, sino en la solidaridad)”. En la “partida” revisamos el origen de lo que hoy entendemos como nación. En el “medio” exploramos una serie de tendencias globales en torno a cuatro ejes: población, territorio, gobierno y relaciones, especulando sobre sus implicaciones para lo nacional. Y en el “regreso”, vislumbramos algunos rasgos de eso que llamaremos “postnaciones”: un dispositivo discursivo que nos permite imaginar futuros de lo nacional y por ende reimaginar aquello que nos hermana.

 

Página web de la autora: audreylingstuyl.com

 

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